A 106 años de su muerte, Emiliano Zapata sigue siendo ícono de justicia y resistencia popula
Hoy es 10 de abril de 2025. Un día como hoy, pero de 1919, Emiliano Zapata fue asesinado en una emboscada orquestada por quienes no pudieron doblegarlo en vida. A más de un siglo, su figura sigue siendo un emblema de lucha, de justicia y de traición.
Tierra y Libertad. Esa consigna que habría de sacudir a México entero no existía cuando él nació, el 8 de agosto de 1879. En Anenecuilco, Morelos, en la humilde casa de Gabriel Zapata y Cleofas Salazar, llegó al mundo Emiliano, el octavo de diez hijos. Campesino por cuna, revolucionario por destino.
Años después, esas tres palabras —Tierra y Libertad— definirían su causa, su bandera y su condena. Zapata no buscó el poder; exigió justicia. Su lucha fue la de los desposeídos, los que araban la tierra pero no la poseían, los que cargaban el país en la espalda sin voz ni voto.
El despertar de un líder campesino
A los 27 años, ya se encontraba organizando juntas comunitarias en Cuautla, defendiendo tierras ejidales frente al avance de los hacendados. Esa osadía lo llevó a ser reclutado en el noveno Regimiento en 1908, donde sirvió solo seis meses. Pero su lucha no era militar; era moral.
En 1909, fue elegido presidente de la Junta de Defensa de las Tierras de Anenecuilco. Desde ese cargo, revisó documentos coloniales y títulos agrarios que demostraban que las tierras pertenecían a su pueblo, no a los latifundistas que las habían usurpado con la complicidad del poder.
Zapata no estuvo solo. Se vinculó con figuras clave como Ricardo Flores Magón, Paulino Martínez y Otilio Montaño. Participó activamente en las elecciones estatales, apoyando a Patricio Leyva como candidato opositor. Pero el triunfo oficialista de Pablo Escandón trajo consigo más despojo y violencia para los pueblos.

Revolución, ruptura y el Plan de Ayala
En 1910, en plena efervescencia revolucionaria, Emiliano devolvió tierras a los campesinos de Villa de Ayala, protegido por el jefe político José A. Vivanco. Aquel gesto sería un acto fundacional, un adelanto de lo que vendría.
Apoyó el Plan de San Luis de Madero, pero pronto se desilusionó. La promesa de reforma agraria se desvaneció entre pactos de élite. En respuesta, lanzó su propio manifiesto: el Plan de Ayala, en 1911. Ahí se separó del maderismo y se alzó en armas por su cuenta, exigiendo la devolución inmediata de las tierras.
Cuando Madero fue asesinado y Huerta tomó el poder, Zapata se convirtió en uno de los jefes revolucionarios más influyentes del país. Dominaba Morelos, pero también tenía presencia en Guerrero, Puebla, Tlaxcala y el Estado de México. En 1914, entró a la Ciudad de México junto a Pancho Villa. Por un instante, los dos grandes caudillos del norte y del sur compartieron causa.
Declive, traición y asesinato
Pero la Revolución, como el poder, devora a sus hijos. La relación con Carranza se deterioró tras la Convención de Aguascalientes. El Ejército Libertador del Sur mantuvo su independencia, defendiendo los principios del Plan de Ayala mientras los constitucionalistas pactaban un nuevo orden.
La guerra no cesó. En 1916, el general Pablo González tomó Cuernavaca, pero los zapatistas la recuperaron. La lucha continuó hasta que la traición se disfrazó de negociación.
Para eliminar a Zapata, González y el coronel Jesús Guajardo fingieron una rebelión contra Carranza. El engaño funcionó. El 10 de abril de 1919, en la Hacienda de Chinameca, Guajardo le tendió una trampa. Lo acribillaron. Su cuerpo, mutilado, fue exhibido públicamente para sembrar el miedo. No lo lograron.

El legado zapatista: memoria y actualidad
Sus restos reposan hoy en Cuautla, al pie de la estatua que lo honra. Pero Zapata no está muerto. Vive en cada campesino que defiende su tierra, en cada protesta que reclama justicia. Su voz resuena cada vez que alguien grita “¡Tierra y Libertad!”.
Porque como él dijo: la traición no se perdona.
A 106 años del asesinato de Emiliano Zapata, su legado sigue siendo objeto de análisis tanto histórico como político. La emboscada en la Hacienda de Chinameca no solo marcó el final físico de uno de los caudillos más emblemáticos de la Revolución Mexicana, sino que también cristalizó el papel de la traición como eje trágico en los procesos revolucionarios.
El Plan de Ayala y la dimensión política de su lucha
La frase atribuida a Zapata —“Perdono al que roba y al que mata, pero al que traiciona, nunca”— refleja un ethos profundamente enraizado en el contexto de su tiempo, donde las alianzas se hacían y se rompían con sangre. Aunque no existen registros oficiales que prueben que la frase haya sido dicha textualmente por él, su contenido coincide con la forma en que enfrentó las negociaciones fallidas con Francisco I. Madero, Venustiano Carranza y otros actores del conflicto.
De acuerdo con cifras del Archivo General de la Nación, el Plan de Ayala tuvo al menos 10 reimpresiones distintas entre 1911 y 1917, lo cual da cuenta de su relevancia política en los años más intensos de la Revolución. Este documento propuso de manera clara la restitución de tierras y el desconocimiento de cualquier gobierno que no cumpliera con dicha promesa, diferenciando el movimiento zapatista del resto de las facciones revolucionarias.
Hoy, el nombre de Emiliano Zapata es uno de los más utilizados en organizaciones sociales, especialmente en movimientos campesinos. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), activo desde 1994 en Chiapas, se proclamó heredero directo del ideario zapatista. Su aparición coincidió con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que muchos sectores rurales percibieron como una amenaza a la propiedad comunal de la tierra.
Zapata en la cultura contemporánea
La Secretaría de Cultura federal informó que, en 2024, más de 2 millones de personas visitaron el Museo Casa de Emiliano Zapata en Anenecuilco, lo que lo convierte en uno de los sitios históricos más concurridos del país. Este fenómeno cultural reafirma que el personaje ha trascendido la historia oficial, convirtiéndose en un símbolo transversal que cruza generaciones, geografías y clases sociales.
En 2019, al conmemorarse el centenario de su muerte, el gobierno mexicano declaró “Año de Emiliano Zapata” e impulsó una serie de homenajes en todo el país. No obstante, ese mismo año se desató una controversia por una obra pictórica expuesta en Bellas Artes, donde Zapata fue retratado en una postura homoerótica. El incidente reavivó debates sobre la apropiación y representación del legado revolucionario en el arte contemporáneo.
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