Cientificos piden ampliar la escala Saffir-Simpson e incluir la categoría 6 para clasificar a una “nueva clase de tormentas monstruosas”.
Desde el huracán Helene en Estados Unidos hasta el tifón Yagi en el sudeste asiático, las megatormentas siguen azotando el planeta y los científicos advierten de que el calentamiento global está amplificando su fuerza destructiva a niveles sin precedentes.
Investigaciones recientes han revelado que el cambio climático está potenciando los ciclones tropicales. Así se explican estos hallazgos.
Tormentas repotenciadas
Primero, lo básico: unas superficies oceánicas más cálidas liberan más vapor de agua, lo que les proporciona a las tormentas más energía y en consecuencia intensifica sus vientos. Además, una atmósfera más cálida les permite retener más agua y por ello las lluvias son más fuertes.
En promedio, el potencial destructivo de los huracanes ha aumentado alrededor del 40% por el calentamiento de 1ºC que ya se produjo”, explicó Michael Mann, climatólogo de la Universidad de Pensilvania.
En un artículo reciente publicado en la revista académica estadunidense Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), Mann se sumó a quienes piden ampliar la escala Saffir-Simpson e incluir la categoría 6 para clasificar a una “nueva clase de tormentas monstruosas” que presenta vientos sostenidos por encima de los 308 km/h.
Según expertos, el cambio climático allanó el terreno para la formación de Helene, la tormenta que alcanzó su punto máximo como huracán de categoría 4.
El contenido de calor oceánico estaba en un nivel récord, lo que le dio mucho combustible y potencial para que una tormenta así ganara fuerza y se convirtiera en una muy grande y muy dañina”, dijo David Zierden, climatólogo del estado de Florida.
Rápida intensificación
La “rápida intensificación”, que se da cuando un huracán acelera 30 nudos en un período de 24 horas, también se ha vuelto más común.
Si la intensificación ocurre muy cerca de la costa antes de tocar tierra, puede tener un efecto enorme, como se vio la semana pasada en el caso de Helene”, explicó Karthik Balaguru, científico climático del Laboratorio Nacional del Pacífico Noroeste en el Departamento de Energía.
Balaguru fue autor principal de un artículo publicado este año en la revista Earth’s Future en el que, tras décadas de recopilar datos satelitales, mostró “un fuerte aumento en el ritmo de intensificación de las tormentas cerca de la costa, y esto es en todo el mundo”.
Hay una doble explicación.
El calentamiento deja patrones climáticos que reducen la cizalladura del viento (cambios en la velocidad y dirección del viento con la altura) a lo largo de la costa atlántica de Norteamérica y en la costa del Pacífico en Asia.
Este fenómeno tiende a desgarrar el núcleo de la tormenta, explicó Balaguru. Y por otro lado, el cambio climático provoca mayor humedad a lo largo de las costas en comparación con el mar abierto.
Es probable que esto suceda por una variación térmica que se crea cuando la tierra se calienta más rápido que el agua, lo que provoca cambios en la presión y la circulación del viento que empujan la humedad hacia la tropósfera media, donde las tormentas pueden alcanzarla. Sin embargo, hacen falta más datos para confirmar esta hipótesis.
En todo caso, el aumento del nivel del mar (alrededor de un pie durante el siglo pasado) hace que los ciclones operen desde una base más alta, lo que amplifica las formaciones de tormentas, dijo Zierden.
¿Con qué frecuencia?
Si bien el impacto del cambio climático en la frecuencia con la que ocurren los ciclones sigue investigándose, los estudios sugieren que puede aumentar o disminuir la frecuencia, según la región.
Paradójicamente, las partículas contaminantes generadas por la industria, los vehículos y el sector energético bloquean la luz solar y compensan parcialmente los efectos de calentamiento de los gases de efecto invernadero.
En un artículo de Science Advances, el científico de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), Hiroyuki Murakami, descubrió que las emisiones de partículas de Estados Unidos y Europa llegaron a su nivel máximo hacia 1980, y que su posterior disminución provocó un aumento en la frecuencia de huracanes en el Atlántico.
Al otro lado del mundo, en Asia, los altos niveles de contaminación en China e India pueden estar suprimiendo la formación más frecuente de tormentas en el Pacífico occidental, dijo Murakami.
Otro estudio del mismo experto encontró que la actividad humana hizo incrementar la actividad de ciclones tropicales en la costa de Japón.
Se había pronosticado que para este año la temporada de huracanes del Atlántico norte sería muy activa, pero varios factores meteorológicos hicieron un paréntesis entre agosto y septiembre, según Zierden y Murakami.
En este momento, sin embargo, “hemos visto un aumento dramático en la última semana”, dijo Mann, y advirtió que con la temporada de huracanes que ahora se extiende hasta el 30 de noviembre, aún no estamos a salvo, enfatizó.
Con información de AFP.