El altar de muertos es uno de los elementos más emblemáticos y significativos de la celebración del Día de Muertos en México. Decorado con fotografías, velas, papel picado y una variedad de alimentos y bebidas, este altar honra a los seres queridos fallecidos, invitándolos a regresar al mundo de los vivos para disfrutar de sus platillos favoritos.
Sin embargo, existe una creencia muy arraigada en algunas comunidades que advierte sobre el consumo de estos alimentos después de la celebración. ¿La razón? Según la tradición, cuando las almas de los difuntos visitan el altar, absorben la esencia y sabor de los alimentos, dejándolos “vacíos” para los vivos.
El simbolismo detrás del altar de muertos
En el Día de Muertos, el altar es visto como un puente entre el mundo de los vivos y el de los muertos, donde las ánimas pueden “degustar” sus platillos favoritos. Frutas, tamales, pan de muerto, y hasta tequila, forman parte de esta ofrenda.
La creencia popular dice que una vez que los espíritus han pasado por el altar, los alimentos quedan desabridos y sin nutrientes, pues las almas han tomado su esencia. Esta es la razón por la cual muchas personas, especialmente en comunidades tradicionales, evitan consumir estos alimentos una vez finalizada la celebración, ya que consideran que sería una falta de respeto hacia los fallecidos.
¿Por qué nunca debes comer los alimentos del altar de muertos?
Aunque la idea de que las almas “consumen” la esencia de los alimentos es un hermoso simbolismo, la ciencia explica el cambio de sabor de una forma más pragmática. Al dejar los alimentos al aire libre, expuestos por horas o incluso días, estos experimentan un proceso natural llamado oxidación. La oxidación ocurre cuando los alimentos están en contacto con el oxígeno, lo cual provoca una serie de reacciones químicas que afectan su color, sabor y textura.
Según especialistas en química de alimentos, la oxidación puede hacer que frutas, panes y otros productos pierdan su frescura, se vuelvan blandos o duros, y adquieran un sabor menos intenso.
Este fenómeno es especialmente notorio en alimentos que contienen grasas, como el pan de muerto, ya que las grasas tienden a oxidarse rápidamente, lo que resulta en un sabor rancio. Además, los alimentos en el altar suelen estar expuestos a variaciones de temperatura y humedad, factores que también contribuyen al deterioro de sus propiedades organolépticas.
¿Superstición o respeto?
Para muchos, evitar comer los alimentos del altar de muertos va más allá de una simple superstición; es una muestra de respeto hacia los seres queridos que se han ido. Esta tradición simboliza la creencia de que los alimentos han cumplido su propósito al alimentar a las almas, y por lo tanto, deben ser desechados o dados a la naturaleza en lugar de ser consumidos por los vivos.
Algunas familias optan por compartir estos alimentos con animales, devolviéndolos a la tierra como una forma simbólica de cerrar el ciclo de vida y muerte que se celebra en el Día de Muertos.
La tradición en la modernidad
A pesar de las explicaciones científicas, muchas familias mexicanas continúan respetando la tradición y prefieren no consumir los alimentos que estuvieron en el altar. Esta costumbre se mantiene viva especialmente en comunidades rurales, donde el Día de Muertos es una festividad cargada de simbolismo y espiritualidad.
Aunque cada vez más personas entienden la oxidación como la causa del cambio en el sabor y la textura, la conexión emocional y cultural con esta creencia sigue siendo fuerte. La ofrenda del altar de muertos no es solo un conjunto de objetos y alimentos; es un homenaje a los antepasados y una forma de mantener viva la relación con ellos, aunque sea por una noche.
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